“BOLERO,
BOLERO” EN LA CAPITAL
De izquierda a derecha y de
arriba hacia abajo, cual gacela que escapa de su enemigo, van manos habilidosas
al recorrer cada parte del elegante calzado. Brillar como oro para ser objeto
de deseo, por lo menos, desde abajo, es la meta con aquel catrín de barrio que
respondió al llamado del “bolero, bolero”.
Son las 10 de la mañana y ya
Samuel tiene 200 pesos en la bolsa. Puntual a su cita llega diariamente al
centro de la ciudad, a caminar por la zona adoquinada para ofrecer lustre a los
zapatos de todo aquel que refleje necesitarlo. Tiene 12 años, y desde hace dos,
se dedica a ganarse el pan para no provocar más problemas a su padre, quien
víctima es uno más de las víctimas del alcohol.
Con la caja a cuestas
recorre las calles Juárez, Lerdo y Abasolo, mirando el ir y venir de la
capital. Se acomoda donde el cliente pida y deja su corazón en cada par de que
logra limpiar, por eso lo buscan y hasta propinan le dan.
Es su corta vida ya conoce
del mundo adulto, pues mientras coloca grasa vuela por sus oídos la queja de la
doméstica, los sueños quinceañeros, la corrupción del gobierno, el robo al
comercio, el linchamiento a delincuentes, en fin, las historias que dan rostro
a la cotidianidad de Villahermosa.
Samuel tiene en su historial
el haber atendido a políticos, artistas, periodistas y futbolistas. Mientras
enjabona una lodosas botas, comenta que su máximo orgullo es el haber boleado
20 pares de zapatos a su ídolo musical: Checame, quien lo buscó por ser el
mejor bolero del centro de la ciudad, y eso, dijo, es una gran satisfacción.
Al día Samuel gana en promedio
300 pesos, en una jornada que va desde las 7 hasta las 12, porque después tiene
que ir a casa, dejar dinero, bañarse, comer y salir rumbo a la escuela.
Faltan ya 10 minutos para el
mediodía, el sol del trópico arde, y Samuel caminando va, al ritmo del
bullicio, despidiéndose con su “bolero, bolero” que se escucha por toda la
ciudad.