domingo, 30 de octubre de 2011

VOCES Y LATIDOS


En espera de la muerte
Tiene mi tierra olor a incienso,
sabor prehispánico del tamal;
su extenso color dilata los sentidos,
mágicos sonidos que ensordecen mis latidos.

Es mi espacio apreciado por la muerte,
policromía exuberante del placer;
es mi esencia la que quiere olerte,
plegarias míticas por volverte a ver.

Puntual a la cita anual en el calendario religioso, los muertos están más vivos que nunca para ser protagonistas de la fiesta prehispánica por excelencia en México, y compartir, bajo un ritual mágico, con quienes tienen la dicha de mantener la vida.
Llegó noviembre, y con ello, el tiempo de los inexistentes que existen en el recuerdo, el momento de los existentes para esperar a los no vivientes. Por ello se prepara el camino, iluminándolo con velas de sebo y exóticas flores de cempasúchil, a fin de recibirlos con cánticos y variada gastronomía que hagan de su regreso, un espectacular receso del silencio.
Es el ritual de muertos un escaparate de la vida, una evasión del dolor y un tesoro de la humanidad, que identifica a la tierra del maíz en el mosaico cultural del mundo. Su sincretismo lo hace ser universal pero muy mexicano, una fiesta llena de colores, olores y sabores que recuerdan que todos estamos llamados a ser alma en el camino infinito de la existencia.
La magia envuelve a cada rincón con creatividad azteca, transformándose en el impulso de la picardía nacional para regocijarse del dolor y convertirlo en pasión. Así, altares y calaveritas, homilías y rezos, creencia y devoción, hacen del Día de Muertos una explosión de la emoción.
Bienvenidos difuntos a este espacio que un día disfrutaron, un espacio que en cualquier momento nos tocará abandonar para ir, junto a ustedes, a “vivir” en el más allá.