viernes, 26 de junio de 2015

REFLEXIÓN

PASAJES DE UNA HISTORIA LLAMADA PESADILLA
Carlos Arturo Olarte Ramos

La inmensidad del mar quedó atrapada en las frías paredes de una botella, la exacta esencia natural de la existencia se empañó, el imponente cielo estrellado bajó cortinas de humo, y la gente, hombres y mujeres que poblaron el paraíso, se volvió piedra, hiedra, miseria. La señal estaba dada, y ante su omisión, la epidemia consumió a la dignidad humana.
En esta sociedad se ha normalizado la violencia, validando prácticas que corrompen con los endebles intentos del orden social. La luz se volvió noche, y el canto mañanero silenció. Pareciera que esta vida se apaga lentamente como chispa que se pierde en el infinito; no es sol, no es luna, es odio, es rencor y es tortura.
La grandeza humana se ha desvanecido por cuanto acto de crueldad la flagela, configurando un rumbo hostil en la historia posmoderna. El cansancio se apodera del descanso, y el odio, del amor. Se esfuma el entendimiento compartido ante la consolidación de la imposición.
Así es el marco de mi entorno nacional, semillero de historias ensangrentadas que reflejan el síntoma de una descomposición colectiva. Así es la realidad de escenarios marcados por la mala fe, actuación que contamina sin piedad.
Basta levantarse para oler penumbras y paralizarse ante el miedo que se apodera de la piel. Basta observar las llamas de la ira que descomponen la soberana tranquilidad.
Así es la realidad de mi patria violentada, agotada por acciones hedonistas de quienes ostentan el poder. Así es el marco putrefacto de la educación, que extermina los intentos por impulsar el desarrollo comunal.
Sólo basta con percibir que noche y día el comportamiento humano se consolida como acción que demerita el valor. Tal vez sea una percepción fatalista de la realidad pero no se está lejos de lo que sucede a diario. Entre marchas y plantones, incendios provocados, robos citadinos y narcomenudeo sin control, pasa el tiempo en este país que pareciera estar de luto ante la pérdida de sus creencias.
Esta es la lente con la que veo a esta sociedad en decadencia, lente que logro ajustar con la invitación hecha para rescatar y practicar la ética, como un recurso de antaño para ser mejor individuo y mejor sociedad.
Para ello se requiere el retorno a lo fundamental, a la esencia misma de cada sujeto para entender que está en un proceso que impacta a la construcción social. En ese rescate de lo fundamental el desarrollo humano ubica a los sujetos a entenderse quiénes son, cómo son y porqué son, para luego integrarse en la transformación social en pro de un sistema más justo.
Entenderse a sí mismo para luego entender a la otredad ya no es de extrañarse. Desde años atrás se ha sensibilizado a la población sobre la importancia de la pluralidad, la equidad y el desarrollo como canales para llegar al entendimiento de lo que se es, pero pareciera que en vez de avanzar se retrocede.
El retroceso no implica fracaso, más bien es el reflejo del miedo para llegar a lo desconocido, por eso el sujeto se paraliza. Si tal situación se observara de manera prospectiva, se identificaría que la parálisis se convierte en indignación, y ésta a su vez, en acción.  
Hagamos lo que haya que hacer, siempre y cuando el actuar sea responsable. Hagámoslo posible, es cuestión de tomar las riendas de la vida para cambiar la historia.





jueves, 11 de junio de 2015

ARTÍCULO DE OPINIÓN

UN ACERCAMIENTO AL DEBATE DE LA ÉTICA Y EL GÉNERO

Carlos Arturo Olarte Ramos

A pesar de que la constitución biológica de los seres humanos se ha mantenido a lo largo de la historia de la humanidad, o bien, se ha transformado para que la unidad corpórea se adapte a las condiciones naturales del espacio que habita, el contexto sociocultural le ha significado una revolución a través del tiempo.
El ser humano nace en un grupo social en donde recibe las bases de su formación como ser individuo, más allá de lo inherente al ser humano. Los vínculos que establece con otros sujetos a partir de la participación en escenarios diversos, impactarán en su comportamiento social. Muchas veces, la formación familiar es rebasada por lo que el individuo recibe en la institución escolar o en la religiosa, o bien, por lo que percibe en los medios de comunicación.
Sea cual sea el caso, el hombre se presenta ante la sociedad como lo que es, como lo que desea ser o como lo que le exigen ser, muchas veces enmarcado por la imposibilidad de ser porque no quiere, no puede o no sabe ser. Cualquiera de las opciones evidencia la vulnerabilidad del que forma parte en una sociedad que establece las prescripciones para hombres y mujeres.
En nombre de la ética se determina que el bienestar común se logra a partir de la participación de todos, enmarcado en un escenario legitimado por las leyes y las buenas costumbres, pero son esos preceptos legales y tradicionales los que favorecen las relaciones de inequidad de género, raza, clase social, educación, economía y religión.
El ejemplo más claro lo representan los vínculos insanos entre hombres y mujeres. Por años las mujeres han desempeñado un rol doméstico que las aleja del reconocimiento público, no así los varones que se ven obligados a ser instrumentales como parte de un ejercicio de poder.
A menos que estén de acuerdo con los roles asignados, o bien, con los roles decididos, esas relaciones representan la oportunidad de conocimiento y crecimiento de sí mismos; es decir, el libre albedrío permite al ser humano desarrollo personal y bienestar emocional.
Cuando se reconocen las desigualdades y se toma conciencia de lo que una sociedad tradicional (llámese patriarcal, heteronormativa, sexista, falocéntrica, androcéntrica y homofóbica) impone a hombres y mujeres sobre su rol genérico, se presenta el conflicto en los sujetos para cumplir con expectativas sociales que muchas veces no forman parte del proyecto de vida individual.
Afortunadamente en la estructura social de la posmodernidad, hombres y mujeres han transformado los paradigmas del comportamiento humano. La permanencia de una sociedad clásica y puritana refleja la resistencia al cambio: hombres y mujeres deberán responder a la exigencia social de ser hombres y mujeres, y se enjuiciará a los que violenten esta normalización.
Por ello los que buscan ser diferentes son estereotipados. ¿Qué de negativo tiene que hombres y mujeres no quieran cumplir con la prescripción social para su género?, ¿qué retroceso implica el que un hombre decida ser doméstico, y la mujer, instrumental?, ¿cuál es el impacto social de la transformación de roles? Tener consciencia de ser hombres y mujeres es una responsabilidad que provocan malestar o bienestar según la perspectiva con la que se analice.
Desde la ética se cuestionan las acciones humanas, los motivos por el actúan de esa manera y las consecuencias de los actos; como es subjetivo, las acciones humanas que cumplen con la normativa social provocará regocijo para algunos y malestar para otros, y aquellas que se alejan de las prescripciones sociales o que las debaten, tendrá el mismo resultado.  
En el colectivo masculino, conformado por aquellos sujetos que se identifican con el conjunto de atributos físicos, psicológicos y sociales de los hombres, existe un objeto de análisis ético: el comportamiento masculino.
Generalmente son varones los que vivencian este género pero las masculinidad no es exclusiva de ellos, también existen mujeres que representan tal constructo. En el mundo masculino existen diversos caminos con el que expresan su condición genérica: el tradicional (modelo hegemónico), el emergente (modelo afectivo) y el divergente (modelo de la diversidad).
Los emergentes y divergentes criticarán al tradicional, el tradicional hará lo propio, mucho más contra el divergente. ¿Quién es el ético? Cualquiera puede ser ético siempre y cuando con sus acciones no provoque el malestar a terceros, un malestar que se traduce en daño. Con esta precisión, toda acción humana implica daño, y por lo tanto, se cuestiona la aplicación ética.
Esto lleva a concluir que la naturaleza humana se corrompe (con todas las connotaciones posibles), por lo que la ética sigue quedando en el campo de la subjetividad. Cada quien determinará su condición ética, del que seguramente no será la misma de quienes están en frente.